Si hay algo más típico del otoño que la caída de las hojas de los árboles o el anochecer a las seis de la tarde, eso la castaña. Fruto seco típico del otoño, de hecho su periodo va de Septiembre a mediados de Diciembre que es cuando están maduras, por esta zona la forma más común de encontrarla es asada.
Aquí es tan típico como el castillo, que después de feria y cuando ya empieza a hacer fresco, aparezcan los puestos de castañas que impregnan de ese olor tan característico las calles del centro de la ciudad. Es el olor del otoño en la ciudad.
Así como el olor de Septiembre puede ser el del algodón de azúcar por las ferias, o el de los claveles el de Semana Santa, el del otoño es el olor a castaña asada.
Con el cambio climático de las narices, los otoños están siendo bastante más suaves a los de no hace tantos años, y sólo ya cuando comienza el horario propio de la noche y ya ha anochecido hace unas horas, es cuando se puede decir que hace el frio propio de estas fechas y la manga larga es amiga fiel.
Pero aún en los últimos años del siglo pasado, el otoño era frio, sobre todo a partir del día de San Clemente, que es cuando se podía decir entonces que aquí comenzaba el invierno. Entonces si que apetecía un cucurucho de castañas asadas bien calientes. Ya sólo el olor te hacía acercarte a comprar aunque sólo fuera uno pequeño, y pasear por la Corredera para retener ese olor en la memoria para cuando no estuviera.
En la despensa o trastero de cualquier casa que se preciara no podía faltar una sartén vieja agujereada junto a la paellera. Sobre todo para llevarla el día de San Clemente en la subida al castillo, que esa noche si que hacía frio con narices en la ladera del castillo.
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