lunes, 24 de julio de 2017

Tour de Francia

Recién terminado el Tour de Francia la verdad que cada año me resulta más aburrido. Y no ya por el tópico de que no hay siestas en Julio como las del Tour, si no porque ellos mismos se están cargando este deporte.

Primero con los casos de dopaje y el macro engaño de Armstrong, y ahora por el macro control de la carrera que se hace con los pinganillos y los súper equipos sin limite de presupuesto.

En los últimos Tours las etapas pasan casi sin pena ni gloria, el control de la carrera es absoluto por parte del equipo de Chris Froome. Que no digo que Froome sea mal corredor, pero no se porque me huele raro como ocurría con Armstrong. Por mucho dinero que tengas, y puedas fichar a corredores que en otros equipos serían lideres, es tal el dominio del equipo Sky que en algunas etapas de montaña llegaban a tener hasta a 6 corredores al frente del pelotón, imponiendo un ritmo endiablado que no muchos corredores podían soportar. Eso da que pensar, que mientras en otros equipos no pueden aguantar más que el líder del equipo y algún otro compañero, ellos tengan hasta 6 corredores. Quizá sean suposiciones mías, el tiempo dirá si son ciertas o no, como ocurrió con Armstrong.

Y es que así, con ese panorama en las etapas importantes que suelen ser las de montaña, prácticamente nadie atacaba, y si lo hacían era a falta de unos pocos kilómetros para meta, cuando es ya bastante difícil sacar diferencias y aún le quedaban dos y hasta tres gregarios a Froome. La “dictadura del miedo” del Sky. Leves ataques que en apenas 50 metros cesaban a la primera mirada hacia atrás. Que esa es otra, al más mínimo ataque ya están mirando hacia atrás. ¿Qué esperan? ¿Sacar medio kilómetro en 50 metros?

Ese “miedo” puede estar también en los dichosos pinganillos. Ahora todos los corredores llevan pinganillos, de manera que todos se encuentran bajo el yugo del director del equipo o quien sabe si del patrocinador. En este Tour he visto hasta lo mas increíble hace años, que en una escapada en la que iban dos corredores intrascendentes para la general, uno ataque e inmediatamente su compañero le diga por el pinganillo que pare. Por mucho que haya equipos, directores y jefes de filas, este es un deporte individual. Porque es un solo hombre el que va encima de la bicicleta, y uno sólo quien sube al pódium cuando gana. Los compañeros ayudan, el director da las directrices de por donde puede ir la etapa o la carrera, pero al final es el corredor quien tiene la última palabra porque es él mejor que nadie quien sabe como están sus fuerzas y como esta la carrera en su punto. Y eso, todo eso, se está matando ahora con el dichoso pinganillo.

Cada año que pasa hecho más de menos los Tours de finales de los 80 a finales de los 90. Carreras en las que no había miedo a atacar con muchos kilómetros de antelación, donde eran los mejores quienes se disputaban la carrera, donde eran ellos quienes decidían si salían a responder el ataque de un rival o no, y donde los gregarios de un equipo (por muy buenos que fueran) no mataban la carrera, porque antes ellos eran lideres de otros equipos y la victoria final estaba entre seis, siete u ocho oponentes y no entre dos o tres, como mucho, como ocurre ahora. Se echan de menos ciclistas valientes, como Virenque, que tenia una etapa o dos en la que no le importaba tener media cordillera pirenaica por delante. Como Pantani, que atacaba sin mirar atrás. Como los grandes, capaces de hacer más de una grande al año e incluso ganar más de una. Como…. Indurain, que no necesitaba tener a 6 gregarios para dominar la carrera.

Quizá no sean esos los mejores años del ciclismo, pero son los míos, los años que por edad empecé a verlo y con los que me aficioné a este deporte. Por edad y medios me hubiera gustado ver a grandes como Bahamontes, Coppi, Merckx, Hinault, Ocaña, Delgado, y tantísimos otros que hicieron que el ciclismo alcanzará las cotas de épico. En documentales y reportajes algo se puede ver, pero seguir alguna de las grandes etapas entera no. Actualmente el mundial de ruta, pese a estar controlado por los equipos (pero no puede hacerse a base de talonario) y algunas clásicas conservan algo de la esencia.

Al menos nos queda internet, y la generosidad de muchos nostálgicos como yo, para poder recordar aquellas tardes de verano.