Qué difícil es darme cuenta
de que me siento intimidado
por tu presencia.
Qué terrible es querer sentir
la profundidad de tus ojos,
y no poder porque
ya apenas me miras.
Extraño no sentir vibrar mi cuerpo
con nuestras miradas de complicidad.
Pasas por mi lado, te alejas,
te confundes entre la gente,
y no puedo gritar tu nombre.
Qué duro es no querer ignorarte
y tener que hacerlo.
Que raro es sentir algo por quien
apenas conoces.
Me falta valor para hablar contigo,
busco tu mirada y no la encuentro,
quiero…, quisiera… y no puedo.
Nunca he sabido que es lo que
pasa por tu mente, si alguna
vez tú también sentiste algo,
qué es lo que sientes ahora.
Qué mal se pasa cuando
no se quiere hacer daño
y te ves obligado a ocultar
lo que sientes.
Ahora, quizás, sólo quede el olvido.
Y qué importa a quien me dirijo.
Quizás, tú también ocultes algo
y seguiremos ocultándolo por no saber,
por no querer o por miedo a…
Por eso mi carta no tiene nombre.
No puedo querer a quien me quiere
porque me enamoré de quien no debía.
Me enamoré de unos ojos negros que
ya no quieren, o quizás no pueden
mirarme.
Anónimo.
1 comentario:
buen poema, me gusta!
por cierto ya no recordaba "la chuleta"... maldito periodico jajaja! ya no existe...
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