Hace un tiempo, en una entrada de este mismo blog, os indiqué que para mí hay tres días en el año que son “especiales”, o días de bajón que es como los llamo. Dos de ellos no tienen una fecha fija ya que están supeditados a fiestas que varían según el calendario (este, uno de ellos). Son días que representan para mí un cambio de época y el comienzo de otra. Que curiosamente coinciden con ciertos momentos del calendario académico, quizá recuerdo de esos días.
De esos tres días, el que quizá conlleve un dilema mayor sea este. Ya que si por una parte sientes bajón por el echo de que han acabado las fiestas, y todas las anteriores que hay en este mes aquí, y la vuelta a la rutina; por otra está el final del verano, estación a la que tanta estima le tengo. A lo que hay que sumar que comienza el periodo del año que personalmente más me gusta, el que va desde final de feria a Navidad (incluida).
Muchos pensarán que el otoño es triste, aburrido y frio. Puede ser, quizá en otros sitios sea peor, pero aquí creo que es la mejor época, el otoño no es excesivamente frio, incluso hay veces que los abrigos no los empiezas a usar hasta pasado el puente de la Constitución. Las calles están llenas de gente yendo y viniendo de su quehacer diario, siguiendo unos horarios más fijos que el cuerpo también agradece, impregnadas por el olor de los puestos de castañas y al abrigo de ese anochecer temprano que también tiene su encanto.
Pero centrándonos en este día, la llegada del mismo hace que vuelvan a mis sentidos recuerdos de otros tiempos que para muchos son muy actuales. Para mi este día es el sonido del “levántate que llegas tarde”, el olor a libros nuevos, el sonido del trafico, echarte la sábana encima por las noches, el sabor de los últimos helados, empezar una colección que no vas a acabar nunca sólo porque te gustaba el primer fascículo, el olor del algodón de azúcar y gofre aún impregnado en el ambiente,… Y el último paseo por las alamedas camino del recinto ferial.
Y es que si hay un ritual que realizo este día, siempre que puedo, es ir al recinto ferial atravesando las alamedas para ver como desmontan casetas y atracciones. Estar un breve momento desde la balconada en la que se sitúan los puestos de “hippies”, que ofrece una perspectiva global de todo el recinto, viendo como ha pasado otro año y las sensaciones son las mismas. Y que no cambien.