Vivimos en una sociedad tan individualista y egoísta, que incluso se puede decir que estamos “hartos” de ver tragedias por televisión. Todo se ve tan lejos desde el confort de nuestro salón, que parece que todo sea irreal, una parte más de las muchas películas que vemos. Pero cuando el protagonista eres tú, cuando los lugares afectados son tu casa, el bar donde vas, tu panadería o tu lugar de trabajo, al principio todo sigue pareciendo irreal, pero no lo es y te das cuenta conforme va pasando el tiempo.
A mí me pillaron los dos en el trabajo. El primero, pese a ser fuerte, fue más como una explosión. Fue como una bomba, y después vino el temblor de unos segundos que parecían horas. Éramos 5 ó 6 los que habíamos en ese momento en la cartería, y cuando todo paró, salimos a la calle a ver qué había pasado ya que la calle estaba llena de gente y miraban hacia arriba. La verdad que quizá no le dimos la importancia suficiente, ya que allí donde estábamos apenas se había movido nada de su sitio, en la calle donde estábamos no había desperfectos, y tras las llamadas a los familiares para comprobar que pese al susto todo estaba bien, seguimos trabajando. No es que sea muy frecuente que la tierra tiemble, pero el estar encima de una falla bastante activa, hace que incluso te acostumbres a ciertos temblores de vez en cuando.
Entre el primero y el segundo hubo una replica que se sintió bastante, un nuevo susto que en esos momentos parecía tranquilizador, ya que siguiendo la tónica general de estos fenómenos pensábamos que el peor había pasado y esto no era más que la secuencia lógica. Pero a las 18:47 toda la lógica de los geólogos se vino al traste, ya que lo que se supone que era una réplica más, fue el terremoto más devastador de los últimos 50 años. En ese momento sólo quedábamos 2 en la cartería, y este sí que se sintió bien, y pese a que donde estábamos es un bajo no sufrió apenas daños. Al ver caer escombros por el tragaluces, el corte de luz y como en la puerta también caían trozos de pared, sabíamos que ahí si que había pasado algo importante.
Salimos a la calle y todo el mundo estaba fuera de sus casas, el humo y polvo salía por todos lados, premonitorios de lo peor. Tuve la suerte y la cabeza fría de llamar a la familia justo cuando paró el temblor, ya que poco después era totalmente imposible poder llamar a nadie, ya todo era un caos. Camino de casa es cuando iba siendo consciente de lo que había pasado: cornisas caídas, campanarios de iglesias reventados, bajos totalmente destrozados. La sensación era realmente de pánico entre la gente, nadie se sentía seguro bajo techo, y las plazas se convirtieron en refugios en los que estar a salvo de posibles desprendimientos de cornisas o incluso de edificios. Conforme iba llegando a casa veía que el desastre era mayor y que los edificios estaban más deteriorados, en ese momento no paraba de darle vueltas a la cabeza pensando en que es lo que te encontrarías (ya sabía que gracias a Dios daños personales no había).
El resto de la tarde noche fue de locos, sirenas sonando por todos lados, llamadas de familiares y amigos para comprobar si todos estaban bien, rumores de que habría otra réplica grande a tal o cual hora, las verdaderas replicas que asustaban mas a la gente,… Esa noche dormimos en Terreros, mas por cansancio que por sentirnos ahí más tranquilos, ya que las primeras imágenes que habíamos visto por televisión nos daban a conocer lo que realmente había sucedido.
Durante los dos días siguientes al seísmo no sabías que hacer, estabas en la puerta de casa sin saber si podías entrar o no y esperando a que los técnicos no te pusieran el temido punto rojo que no te permitiera entrar ni a por una muda limpia. Todo el mundo deambulando de un lado a otro, esperando que alguien le aclarara algo, teniendo que ser acogido en casas de familiares que no habían sufrido daños (por vivir en zonas rurales principalmente) o en las casas de veraneo en Águilas o Terreros, aquellos que tenían más suerte. Los nervios a flor de piel cada vez que oías una caravana de ambulancias, policía y ejército ir con las sirenas puestas a todo lo que da de un lugar a otro, y entonces te preguntabas que habría pasado ahora. Helicópteros sobrevolando constantemente de un lugar a otro, en algunos casos tan bajo que hacía retumbar el suelo, y ya no sabías si era de eso o una nueva réplica. La televisión se convirtió en la ventana que nos muestra la realidad, imágenes aéreas de los desastres en el patrimonio, videos de móviles o videocámaras que muestran lugares a los que no van las cámaras o políticos y que muestran una realidad aún más cruda.
Llegado el lunes, la ciudad comenzó un poco a normalizarse, pero no es posible. Hay mucha gente fuera y eso se nota. Cada mañana camino del trabajo me siento como Eduardo Noriega en “Abre los ojos”, cuando al final de la película camina solo por la Gran Vía. Voy camino del trabajo, y no hay casi nadie por la calle, puedo caminar por el centro de la calle y el silencio se apodera de todo con los primeros rayos de sol, donde antes todo eran prisas y bullicio matutino. La sensación de ciudad fantasma es patente. La llegada al trabajo, con todos los compañeros, y los jefes dando por culo como si no hubiera pasado nada, hace que te relajes un poco y no pienses en lo que hay fuera. Pero cuando salgo a repartir, y veo edificios que están peor que el mío, y sus dueños en la puerta sin poder entrar mientras los técnicos deciden si dejarles entrar a coger algo o no o si lo derribaran, se te vuelve a venir el alma a los pies.
Una vez en casa, sientes como si tuvieras hormigas en los pies, como si el suelo tuviera un pequeño temblorcillo. No descansas bien, como si estuvieras haciendo guardia, durmiendo con un ojo abierto. Yo he podido de momento volver a casa y apenas tiene daños, pese a que la entrada esta bastante perjudicada, muchos no han tenido la misma suerte.
Los derribos de los edificios más dañados se convierten ahora en un nuevo drama. Vecinos, conocidos o incluso amigos y familiares que ven como derriban toda su vida y pasado sin poder sacar nada. Ver como conforme la maquina especial que han traído para derribos cuidadosos hacen más dramáticos estos momentos, la cara de la gente que ve como tiran su casa y puede ver la habitación donde dormía, en la que aún está colgado el bolso o chaqueta que puso ahí 5 minutos antes del terremoto.
Pasado un tiempo ya de todo, se pueden sacar valoraciones positivas y negativas de todo lo sucedido. Como positivo, que esto ha servido para unir un poco a la gente. Vecinos o amigos con los que apenas te saludabas, durante estos días has hablado más con ellos que durante todo el tiempo que los conocías. Incluso aquellos a los que sólo conocías de vista, te preguntan por la familia y hogar mas allá de un mero formalismo.
Y como aspecto negativo, que la humanidad somos la peor de las plagas que hay sobre la tierra, y que de la desgracia ajena las ratas del submundo salen para aprovecharse de quienes realmente necesitan ayuda. Gente de pueblos vecinos (omitiré su procedencia, religión, etnia o edad, porque las imágenes creo que fueron bastantes elocuentes), venían al campamento del Huerto de la Rueda a coger mantas para después venderlas o comida cuando realmente no la necesitaban. Así como aquellos que entraban en edificios marcados en rojo, para robar las viviendas que no podían ser defendidas por sus propietarios. En algunos casos, hasta la ropa habían robado. Las muchas muestras de solidaridad de toda España, quedan eclipsadas por acciones como estas.
Desde aquí, agradecer a todos los organismos, empresas o particulares que han colaborado en la medida de sus posibilidades con Lorca. GRACIAS.
Muchas son las imágenes que han salido en televisión o prensa, y muchas las noticias aparecidas durante estos días. Os pongo unos enlaces de los períodos regionales, y en la sección de fotos tenéis una galería de las fotos que he ido haciendo durante estos días.
El miedo saca a la gente a la calle
El infierno vino del cielo
«La madre gritaba '¡ayudadme!', pero nadie podía hacer nada por su hijo»
Un milagro en la tragedia
Llanto desgarrado de los familiares de las nueve víctimas
Dos minutos para recoger toda una vida
